domingo, 22 de febrero de 2009

Mímamelo

Ayer, en La Respuesta de Santurce, Mima nos convidó a su bienhablada música bajo un espectro de aventurismo artístico.  En estos fines de las posmodernidad, cataloguemos el encuentro mágico de ayer como uno industrio-tribal, house-decadente, bossa-electric.  Y el tripeo, uff, estuvo intenso porque la gente se va en viajes orbitales, inducidos ya sea por las notas de los instrumentos o por la absorción neural de canabinoides.  

-Esto es la música del futuro -comentó un ensimismado asistente a los que tuvimos la (des)dicha de escuchar su juicio.

-El futuro es ahora -dije yo, y añadí:  -y lo que fue ayer también.

Durante la madrugada, Mima nos dio versiones salvajemente ancestrales de sus éxitos primerizos.  Si me preguntan a mí --y no porque sea un obstinado estudiante de Derecho y (a)literato en ciernes-- yo opto por las versiones clásicas de sus canciones, hasta ahora inmejoradas, con todo y este truco abstracto-liberalizante de finales de la globalización y principios del derretimiento bipolar.  Disfruté sus canciones por la revisión que les dio a su ejecución y porque gocé a los que vivieron un trance de farándula:  a muchachitos que no saben de la saudade del bossa nova, de la historia de los pueblos originarios del continente y de que las multinacionales en África se roban los métodos de cultivo de las tribus al patentizarlas para luego obtener ganancias.

Mima es pasión y guerrilla.  Los chamaquitos que visten de diseñadores independientes tienen el derecho de bailar como les venga en gana, de ponerse esos sombreritos cool que están tan a la moda y filosofar sobre las buenas vibras de la música.  No tienen derecho, sin embargo, a empujar a la gente para acercarse al escenario, ni mucho menos abalanzarse sobre uno conMedalla en mano.  Tendrán toda estas sensaciones del new age, del feel good y de la decadencia del arte, pero al final de la madrugada --y en base a mi experiencia de campo-- son una tira de niños malcriados, irrespetuosos que usan la excusa del arte para tapar su rebeldía vacía de causa.

Ciertamente Mima la hace, con todo y su atuendo bermejo de boxeadora musical con la que homenajeo a Cotto la noche de su pelea.  Mima es vanguardia y reciclaje.  No tiene la culpa de que los ineptos, a quienes les importa más irse en trance que la cortesía del día a día, asistan a sus conciertos.

jueves, 19 de febrero de 2009

Puerto Rico de espaldas a la globalización política, económica y cultural

 Autor: Jaime Lluch*/Especial para Claridad 


La globalización neoliberal de estos tiempos es un fenómeno muy desigual y no está claro que esté encaminando a la humanidad hacia un mejor futuro. Sin embargo, es evidente que es un proceso que nos afecta a todos y que tiene tres dimensiones: política, sociocultural y económica. 


Algunos economistas han tratado de medir cómo las naciones han respondido a la globalización y cuáles sociedades se están adaptando mejor a estos tiempos globalizados. El Índice KOF de la Globalización, elaborado por Axel Dreher y otros, es uno de los índices más citados. Aunque la metodología y los conceptos que subyacen el Índice KOF se pueden cuestionar, me parece que el Índice correctamente establece que para poder analizar cómo cada sociedad se está globalizando es necesario medir las tres dimensiones de la mundialización: los aspectos económicos, políticos, y socioculturales. El último índice KOF de la Globalización mide cómo 208 países se están globalizando. A Puerto Rico le han asignado el puesto número 194 en este índice, o sea que, para sus autores, nuestra sociedad es una de las menos globalizadas del mundo. 


Somos una sociedad menos globalizada en lo político ya que al ser un apéndice colonial de otro país, todas nuestras relaciones políticas con el mundo exterior están filtradas y canalizadas a través de la metrópoli. Puerto Rico no tiene embajadas ni consulados en el mundo, no participamos en organizaciones internacionales a nivel de país, y pocos puertorriqueños trabajan en organizaciones internacionales tales como el Banco Mundial o la ONU. Somos una sociedad menos globalizada en lo económico por la misma razón estructural: al ser un territorio no incorporado de los EUA, nuestras relaciones comerciales internacionales están en manos del gobierno federal. Nuestras exportaciones e importaciones se hacen a través del aparato administrativo y legal del gobierno estadounidense, y no participamos en acuerdos internacionales comerciales. 


Pero también somos una sociedad menos globalizada en la dimensión sociocultural. La mundialización incluye el acceso a las redes de comunicaciones e interconexiones internacionales, integrando pueblos, ideas, culturas, idiomas, modos de pensar, recursos financieros, bienes, servicios, leyes, etc. 


¿Es Puerto Rico una sociedad abierta a la gran diversidad mundial de culturas, idiomas, ideas y creencias, o somos todavía una sociedad relativamente cerrada? ¿Somos una sociedad que está receptiva a recibir los flujos de información e ideas que cruzan las fronteras políticas y geográficas que nos limitan? 


Tal y como sucede con las dimensiones económicas y políticas, en la dimensión social podemos observar que hay sociedades más globalizadas que otras en este aspecto. 


Obviamente, la realidad social y económica europea es muy distinta a la de Puerto Rico, pero veamos en qué sentido algunas sociedades europeas se están globalizando. Por ejemplo, en Suiza, la Corporación Suiza de Teledifusión (SRG/SSR) opera siete canales de televisión y 18 estaciones de radio, y es administrada como una entidad sin fines de lucro. También existen varias estaciones de radio y TV privadas. Estaciones de radio y TV de Francia, Italia, y Alemania están al alcance de gran parte de la población, a través de la TV por Cable y Satélite. Desde el 2002, el 80% de las familias reciben TV-Cable o TV-Satélite. Hay cerca de 40 canales de TV alemana disponibles, incluyendo RTL, ARD, y Pro, y los cantones francófonos también importan TV en francés, y la parte que habla italiano también importa TV en su idioma. CNN, BBC, CNBC, Sky TV están disponibles en inglés. El Observatorio Audiovisual Europeo analizó los patrones de consumo de transmisiones televisivas en el 2002, y encontró que el 60% de la audiencia suiza ve la TV extranjera. El 68% de la población usa el internet diariamente. Se publican diarios multilingües en los diferentes cantones, tales como Blick y Tagesanzeiger en Zurich, Le Matin en Lausanne, y Corriere del Ticino en Lugano. Si uno va a cualquier kiosco de periódicos en cualquier estación de tren en Italia, aun en ciudades pequeñas, va a encontrar periódicos y revistas en cinco o seis idiomas. Lo mismo sucede en las principales ciudades españolas. 


Más cerca de nosotros y de nuestra situación, en Bogotá, Colombia, la TV-Cable básica incluye canales en italiano, alemán, y francés, además de los bien conocidos canales en inglés. Las librerías allá tienen libros en varios idiomas, además del español e inglés. En Montréal y Québec (en Canadá), cualquier kiosco de periódicos tiene ejemplares de la prensa francesa además de algunos otros periódicos europeos, y por supuesto toda la prensa local, canadiense, y estadounidense. Un número creciente de jóvenes quebequenses son perfectamente trilingües (francés, español, e inglés). 


Por el contrario, en las sociedades menos globalizadas en la dimensión cultural, las redes de información y comunicación están muy enraizadas en la comunidad local o estatal, y las fronteras estatales dificultan el acceso a las redes de comunicación internacionales. Entre las sociedades menos globalizadas del mundo en este aspecto están Irán, Siria, Haití, Nepal, y Burundi. 


En Puerto Rico, el viejo insularismo de épocas pasadas causado por el aislamiento geográfico y la condición de haber sido una colonia militar de dos imperios consecutivos ha sido reemplazado en los últimos 50 años por una nueva miopía. Tenemos toda la tecnología de la información, casi todas las familias tienen TV y radio, y el uso del Internet está creciendo, pero sin embargo nos acecha un nuevo provincianismo. 


Los flujos de ideas e información que llegan aquí vienen mayormente de Estados Unidos o son filtrados a través de ese país. Por ejemplo, el 98% de los canales de TV- Cable provienen de EUA. Los canales locales y las estaciones de radio locales producen muy pocas noticias o reportajes internacionales ellos mismos. Las noticias internacionales que se transmiten diariamente vienen directamente de servicios noticiosos estadounidenses. El 98% del cine que se exhibe en Puerto Rico es cine hollywoodense. En nuestros kioscos de periódicos vemos casi exclusivamente la prensa local. ¿Cuándo ha visto usted ejemplares de revistas o prensa caribeña, argentina, o colombiana, por no hablar de la prensa europea? ¿Cuántos jóvenes puertorriqueños son perfectamente trilingües? ¿Cuántas personas puertorriqueñas son expertas en China o el Sureste de Asia, en Brasil, en Canadá, o en la Unión Europea? 


Las personas son portadoras de ideas y modos de pensar. Aquí el turismo que se recibe es mayormente de Estados Unidos; muy poco es de otras partes del mundo. El flujo de ideas que se recibe en Puerto Rico viene casi exclusivamente del bloque mundial cultural anglo-estadounidense, que no representa en estos momentos de la historia ni el pensamiento mayoritario entre los países occidentales ni mucho menos el pensamiento más progresista. Quizás ya no somos insularistas isleños, pero ahora estamos corriendo el riesgo de convertirnos en una sociedad provinciana dentro del andamiaje anglo-estadounidense. 


* El autor conduce estudios Post Doctorales en el Instituto Universitario Europeo, Florencia. jaime.lluch@eui.eu ; jaime.lluch@gmail.com 

jueves, 12 de febrero de 2009

Fortuño: Confusión y Servilismo















[Nota:  Publiqué este artículo en Claridad en mayo de 2006 y lo subo ahora al blog en reacción a la reciente entrega de principios morales del ahora gobernador Fortuño en torno al tema de la pena de muerte.]

Reaccionar a las recientes expresiones del Comisionado Residente Luis Fortuño en torno a la identidad y nacionalidad puertorriqueña, publicadas el 24 de abril en El Nuevo Día, es una obligación civil, más aún en días cuando la colonia está tocando fondo.  Faltaría a mi intelecto y conciencia si permitiera que políticos, evidentemente desorientados por su servilismo, pretendan manipular la realidad a través de argumentos completamente errados.


El Comisionado empieza con el pie izquierdo.  El periodista José A. Delgado le increpa si “los estadistas tienen que esconder la bandera de Puerto Rico mientras defienden la estadidad” a raíz del debate inmigratorio en los Estados Unidos.  Fortuño, tratando de demostrar sus emociones por la Isla, le responde con hidalguía que no, que él “muestra” con orgullo su puertorriqueñidad con la monoestrellada guardada en su encasillado del gimnasio del Congreso Estadounidense.  Desconozco las inclinaciones literarias que pueda tener Fortuño, pero semejante analogía es un desliz freudiano.  En las preguntas siguientes, el Comisionado titubea en afirmar lo que Puerto Rico es para él:  “de donde yo vengo”, “mi terruño”, para finalmente sellar su crisis de identidad con un disparate sociológico y político cuando le dice a Delgado que “al igual que puedes considerar un pedazo de California como una nación, Puerto Rico puede considerarse . . . como un cuerpo nacional”.  Al menos que se esté refiriendo a las hacinadas reservaciones amerindias, esta expresión hace eco a aquella otra infamia del ex-representante Angel Cintrón García durante las vistas en el Congreso del Proyecto Young en 1998 cuando tiró por la borda su puertorriqueñidad al admitir que en Puerto Rico él es puertorriqueño, pero que si se muda a Arizona sería un arizonian (una metamorfosis de identidad que de hecho, ni al tejano de George W. Bush se le ocurriría).  Ambos políticos estadoístas, en su empeño de hacerse más próximos al amo, diluyen y simplifican los más de quinientos años de nuestra historia y esencia nacional para acomodarla al fenómeno integracionista y multiétnico estadounidense. 

 

La segunda falacia que el Comisionado se dio el lujo de reutilizar fue la cita de don Luis A. Ferré:  “Estados Unidos es una nación de naciones.”  Para refutar esa falsa creencia, quiero primero aclarar brevemente lo que es un estado y una nación.


La confusión entre los entes político-sociales de estado y nación es común, pero conlleva grandes implicaciones, sobre todo cuando se trata de un caso como el nuestro de nación irredenta.  El estado es el aparato político que conforma el gobierno y ostenta la soberanía en un territorio limitado y que posee el monopolio del uso de la fuerza (mantiene un ejército o una milicia para defender el gobierno y las fronteras del territorio gobernado).  Este estado moderno nació luego de la paz de Westphalia de 1648 y es la definición que predomina en el estudio de las relaciones internacionales.  El ente nación, si se estudia desde el punto de vista eurocentrista, surgió del estado moderno cuando éste, siempre preocupado por su supervivencia, incorporó las costumbres y cultura de un grupo particular de habitantes del territorio que administraba (usualmente el grupo más poderoso), para de este modo fortalecerlo y expandirlo a través de la conquista de otros estados y territorios.  Así fue como surgieron las grandes potencias europeas como Francia y más tarde Alemania.  Los grupos predominantes en estos dos estados, los francos y prusianos, crearon las “naciones” para sus respectivos estados políticos.  La realidad histórica, por supuesto, es otra.  La nación muchas veces no concuerda con el estado moderno, de hecho, lo precede.  Ejemplos de ello son la nación griega, la estadounidense, la vasca y la puertorriqueña.  En el caso de las primeras dos, ambas obtuvieron su independencia política y se convirtieron en naciones-estados.  El País Vasco y Puerto Rico, por el contrario, son naciones irredentas, naciones sin estados propios.  Por consiguiente, la “manía” anexionista de decir que “la nación a la cual Puerto Rico pertenece es Estados Unidos”, iniciada por el ex-gobernador Pedro Rosselló, es un disparate que maliciosamente busca confundir al pueblo.  Lo que sí pueden decir los líderes anexionistas sin faltarle a la verdad es que al estado que Puerto Rico pertenece es a los Estados Unidos de Norteamérica y como resultado de una conquista imperial. 

 

Una vez establecido lo que es estado y nación, examinemos el caso de los Estados Unidos como “nación de naciones”.  Esta nación americana es por cierto una gran nación, multiétnica y multicultural, sin embargo no es una entidad política multinacional.  Las únicas naciones dentro del sistema federal, reconocidas por la Constitución estadounidense, son las naciones amerindias que en la actualidad viven aisladas en reservaciones.  Al menos que se enmiende la constitución, el sistema federal no da cabida a ningún otro tipo de entidad nacional dentro de los Estados Unidos.  Y no hay razón alguna para pensar que eso ocurrirá.  El repertorio de problemas con los que estados multinacionales, pasado y presente, han tenido que lidiar, no le interesa a Washington en lo más mínimo.  Basta con mencionar la eterna llaga de la provincia francófona de Québec en Canadá, o la experiencia de la ex-República Yugoeslava, que terminó quebrándose en pedazos luego de sangrientas luchas.  Pero hay más.  Los más recientes episodios protagonizados por legisladores estadounidenses y la población hispana frente al “issue” de las banderas y de porciones del himno estadounidense traducidos al español ponen de manifiesto que Fortuño está desconectado de la realidad de su nación.  Su correligionario republicano, el senador Lamar Alexander de Tennessee, comentando sobre el himno en español, dijo que “contribuye a la celebración del multiculturalismo en nuestra sociedad, lo cual ha erosionado la comprensión de nuestra cultura común estadounidense”.


¿Cuál es, entonces, este afán de arrimar a un lado nuestra identidad y dignidad, de mantenerla guardada en un “locker” y renunciar a lo que por derecho propio nos pertenece?  ¿Qué gran ventaja nos espera al anexionarnos a la nación más poderosa del mundo si de puertorriqueños mayoritarios en nuestra nación pasaremos a ser “Hispanic-Americans”, una minoría dentro de nuestro propio estado?  Ante el resurgimiento del nacionalismo estadounidense y la realidad del tremendísimo déficit económico a causa de la guerra en Irak, los espejismos tradicionales del sector estadoísta, la “Estadidad Jíbara” de Ferré  y la “Estadidad es para los pobres” de Romero Barceló, se han desvanecido.  Es por esto que el Comisionado Fortuño recurre al servilismo y al hacerlo entrega su dignidad.  Quizás haya que recordarle las palabras que una vez dijera César Chávez, el legendario líder de la United Farm Workers que campeó por los derechos de los trabajadores chicanos e inmigrantes mexicanos de California:  “Lo que está en juego es la dignidad humana.  Si a un hombre no se le brinda respeto él no se puede respetar a sí mismo y si él no se respeta a sí mismo, no puede exigirlo.”

miércoles, 11 de febrero de 2009

¡Feliz San Derechín!

"El Derecho es una carrera...excelente". -Yo imitando la locución de Marcus imitando un avance de telenovela brasilera.

La crisis del capitalismo y el Derecho me han transformado el San Valentín:

Pasar el sábado en el Yunque con la gente de ANDA suena bien, junto a un sanguichito de jamón y queso para cuando llegue a la cima o mejor:  un pasadía comunitario en Punta Salinas.

No más Morton's o Ruth's Chris, ni Pikayo o las maravillas de La Casona :  chavos sólo tengo pa' los sanguiches de Boca a Boca.

Fin de semana largo que la pasaremos entre el SPA de la bañera y pinchos de salchichas Carmela.

Encontraré la manera de hacerle bombones de chocolate con Chocolate Cortés o arrancarle las orquídeas a mi vecina, si es que no me asesina cuando me coja y le diga:  ¡Feliz San Derechín!

Al final, luego de tanto amor jodido por la economía, me tendré que conformar con el porno de la Internet y fumarme par de Marlboro Reds como hace Rubén.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Con independencia del régimen

Por:  Juan Mari Brás

Publicado en Claridad (5 al 11 de febrero)

 

Es momento de inventariar nuestras fuerzas y debilidades mayores como pueblo. Para adelantar objetivos superiores es preciso entender a cabalidad por dónde estamos. Enfrentamos uno de los períodos más álgidos de la historia contemporánea. Lo que ocurra en pocos años venideros con toda probabilidad moldeará el mundo del siglo XXI y quién sabe si de un par de centurias adicionales. 


Es importante tomar en cuenta el acontecer nacional (lo que define la realidad puertorriqueña) y al mismo tiempo conocer la inevitable interacción de ésta con la de nuestro contorno inmediato, el Caribe y América Latina y lo que está ocurriendo en Estados Unidos. 


En el país se empieza a ver con mayor claridad la debilidad que nos ha producido la fosilización, por la vía del peor burocratismo, de los partidos políticos que manejan el menguado poder electoral que nos permite administrar internamente el régimen colonial prevaleciente. Esto ha impedido que se pudiera usar las elecciones --como pudo hacerse en algunas ocasiones de décadas anteriores-- para adelantar metas liberadoras, aunque fueran 

mínimas. Ninguno de los cuatro partidos que manejaron los pasados comicios pudo usar creativamente el proceso para siquiera adelantar sus propias metas programáticas. 


El Partido Nuevo Progresista (PNP), fundado y sostenido por los beneficiarios obvios del régimen colonial ya que todo imperio necesita servidores criollos en sus colonias, a los cuales hay que retribuirles sus servicios con holgadas canonjías y privilegios; TENÍA el objetivo de adelantar el camino hacia la plena incorporación de Puerto Rico como estado de Estados Unidos. Esa meta, difícil por demás ante la temeraria realidad de que constituimos en Puerto Rico una nación diferenciada sociológicamente, en todos los sentidos, de la nación única que pretende ser Estados Unidos, requiere de sus promotores una sólida unidad de programa y acción, conjugadas en un liderato disciplinado y fuerte. Cada vez lo tiene menos. Es evidente que el partido que ganó las elecciones está tan dividido como el que más en dos facciones irreconciliables: la que se esfuerza por dirigir --con escasa capacidad de liderato--el hoy gobernador Fortuño, y la que surgió al amparo del liderato del Dr. Pedro Rosselló y que en la actualidad levanta sus alas bajo la dirección del Lic. Tomás Rivera Schatz, a quien los Rossellistas impusieron como Presidente del Senado en este cuatrienio. 


Las contradicciones de aspiraciones e intereses entre esos dos bandos seguirán ahondándose. Lo anterior no implica que no haya un común denominador entre ellos. Éste ya ha empezado a manifestarse en el empeño, rayando en la ridiculez, de borrar en todo lo posible la identidad nacional de los puertorriqueños para hacer más atractiva la idea de anexión de Puerto Rico ante el gobierno y el pueblo de Estados Unidos. A ésos hay que combatirlos, principalmente en la movilización de las masas, como haremos en Mayagüez y la región Oeste ante el empeño de quitarnos los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en los que la región ha hecho ya sus mayores inversiones y esfuerzos, y que --ciertamente-- no debemos permitir que salgan con la suya los politiqueros de la anexión incondicional. 


Quedan unos sectores muy escasos dentro del anexionismo que han querido revivir la idea de una especie de estadidad confederal, manteniendo el carácter nacional de Puerto Rico, con la esperanza de que el triunfo del concepto multiétnico de la sociedad norteamericana en que se basó la extraordinaria victoria de Barack Obama represente la apertura a unos Estados Unidos multinacionales. No saben, o simulan no conocer, que una cosa es ser multiétnicos, y acoplarse a esa realidad, tan evidente en Estados Unidos, y otra, muy distinta, es renunciar al concepto federalista de constituir una sola nación "indivisible".

 

No cabe duda de que el triunfo fugaz de Fortuño en las elecciones pasadas, resultado de la inocencia del electorado puertorriqueño condicionado por la dependencia y el miedo que ha sembrado en las mentes de las mayorías el régimen colonial, no ha podido darles ni siquiera un corto periodo de tranquilidad a los políticos victoriosos. Ya la lucha empieza a acelerarse en todos los contornos de pueblo y seguirá acrecentándose. Nuestro pueblo sufre quizás de una inocencia endémica que le mengua su acción colectiva a corto plazo pero su voluntad de lucha se ha demostrado siempre en los momentos cruciales de nuestra historia. Prepararnos para liderar al país en uno de esos momentos cruciales --quizás de mayor significación que todos los anteriores-- ha de ser el imperativo prioritario que tenemos hoy. 


El Partido Popular Democrático (PPD) está acercándose al final de su ciclo histórico. La división evidente que demuestra es entre la gran base puertorriqueñista, adherida a los principios de justicia social que sirvieron de inspiración a sus fundadores para llevarlos a un arranque victorioso en 1940, y la cúpula de políticos de oficio que, con algunas excepciones, lo que prioriza es únicamente mantener sus privilegios económicos y sus menguados rincones de poder. El resultado es patético para éstos. Los que todavía se esfuerzan por salvar a ese partido de la debacle final merecen nuestra simpatía y buenos deseos. Pero no debemos confundir nuestra misión patriótica acomodándonos a tales metas.

 

Los que buscan esos caminos deben aprender de nuestra propia historia. Cada vez que el sector independentista se ha conformado con compartir pequeñas metas electorales con el llamado sector autonomista, ha terminado en uno de dos caminos: o rebelándose y formando su propia agrupación independentista, como hicieron Pedro Albizu Campos en los años veinte y treinta y Gilberto Concepción de Gracia en los cuarenta, salvando al patriotismo de la ignominia; o sucumbiendo al oportunismo y la sumisión colonial, como Barceló en los años veinte y Luis Muñoz Marín en los cuarenta. Ninguno de éstos han logrado sus propósitos liberadores --que los tuvieron-- y ha llegado al final de sus vidas arrepentidos, ambos, de sus concesiones excesivas al régimen. 


Lo anterior no niega la obligación que tiene el independentismo de compartir, tanto con los autonomistas Populares como con los anexionistas que mantienen la defensa de nuestra identidad nacional puertorriqueña, hacia campañas y metas que nos sean comunes en cada momento, siempre que estemos claros que no vamos a sacar al independentismo de la ruta estratégica que nos define como vanguardia del patriotismo y la justicia social en el país. Pero tenemos que olvidarnos, al menos por el momento, de la preocupación electoralista. La crisis del coloniaje en Puerto Rico y en el mundo hay que ayudar ahora a que culmine, antes de cualquier nuevo proceso electoral dentro del colonialismo, en el pleno reconocimiento por parte de Estados Unidos de nuestro derecho a la libre determinación y la independencia, conforme al Derecho Internacional vigente, que no es la distorsión que de éste ha pretendido imponer el imperio de Estados Unidos. Esa es la ruta estratégica del independentismo puertorriqueño, y de ahí la importancia de mantener nuestra denuncia en los foros internacionales del régimen colonial que Estados Unidos mantiene aquí invariablemente.

 

Los autonomistas y los anexionistas que estén de acuerdo con reclamar junto a nosotros esos principios y su plena aplicación al drama político de nuestra Patria, tendrán la solidaridad, en tales reclamos, del movimiento independentista en todas sus variantes. Menos de eso no puede ser base de negociación. 


El Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), que sufrió la peor debacle de su historia en las elecciones del pasado noviembre, hace esfuerzos por recuperar su franquicia. Tiene derecho a hacerlo, pero ya no es, ni remotamente, una agrupación protagónica en la lucha por la independencia, ni creo que lo volverá a ser como colectividad, al menos que opte por unirse al independentismo en general en alguna institución amplia e integradora, que pueda borrar las heridas del pasado entre los grupos y las personas. El derecho a la rehabilitación, en el orden patriótico, no puede negársele a nadie, si hasta a los delincuentes convictos se les reconoce. 


Por todo lo anterior, respaldo sin reserva alguna el llamado hecho por el querido amigo y compañero Noel Colón Martínez a la formación de un Congreso Pro Independencia (en secuencia histórica sería el tercer congreso) que pueda reunir al independentismo en general, para desde esa plataforma amplia, y no sectaria, poder promover o respaldar las grandes convergencias puertorriqueñistas y soberanistas que el momento reclama. Cuenta conmigo, Noel, en la limitada medida en que mis menguantes fuerzas me permitan colaborar a este esfuerzo patriótico, que estoy seguro la Patria entera terminará respaldando, por representar la respuesta más adecuada al reto que se nos presenta a los puertorriqueños de forzar la liquidación aquí de una de las últimas colonias del mundo antes que culmine la segunda década de la descolonización del mundo proclamada por las Naciones Unidas para los años de 2001 al 2010. ¡Adelante, siempre adelante! (Continuará). 


Claridad, El Periódico de la Nación Puertorriqueña 

La tribu errante